La actual crisis climática y, en concreto, el aumento global de las temperaturas no solo afecta al planeta, también afecta a la raza humana propiciando la globalización de enfermedades y aumentando la velocidad de su propagación e incluso su virulencia. Son algunas de las consecuencias del cambio climático.

  • Por vía aérea la amenaza más importante son los mosquitos. Se trata de uno de los animales más mortíferos por ser portadores de enfermedades que causan millones de muertes cada año y que están conquistando nuevos territorios, llevando consigo virus como dengue, zica o chikungunya.
  • Por tierra, el aumento de las temperaturas está derritiendo los suelos del permafrost, la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares, despertando virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes y vuelven a la vida.

Así, por ejemplo, en agosto de 2016 en un remoto rincón de la tundra siberiana llamada Península de Yamal, en el Círculo Polar Ártico, un niño de 12 años murió y al menos veinte personas fueron hospitalizadas después de haber sido infectadas por ántrax.

  • Por mar, las tormentas y crecidas del nivel del agua son responsables del transporte de norovirus. El 40% de la población mundial vive a menos de 60 Km. de la costa.

Situación mundial

Ante este escenario se celebró en junio de este año en Barcelona el XV Congreso de Virología de la Sociedad Española de Virología y el 11º Encuentro Internacional de la Red Global de Virus (Global Virus Network – GVN).

Este evento reunió a científicos de todo el mundo expertos en virus. Uno de los temas tratados con más interés fue el de los efectos de la crisis climática y las consecuencias del cambio climático en la transmisión de enfermedades víricas.

Hay enfermedades provocadas por virus que son exclusivas de los animales pero ocasionan un fuerte impacto en la sociedad. Este es el caso de la Peste Porcina Africana, un virus inofensivo para los humanos pero letal para los cerdos. Sin embargo, muchas enfermedades infecciosas emergentes provienen de los animales y se pueden transmitir a las personas de manera directa o a través de vectores como los mosquitos o garrapatas.

Actualmente se conocen más de 200 especies de virus que provocan enfermedades en las personas y cada año se descubren entre 3 y 4 especies nuevas.

Más de la mitad de estos virus humanos también pueden afectar a otros animales como mamíferos y aves. De hecho, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), el 70% de las enfermedades infecciosas que afectan a los humanos son de origen animal.

Por ello, cada vez más los profesionales científicos y médicos remarcan la necesidad de tomar conciencia colectiva del vínculo entre la salud animal, la salud humana y la de los ecosistemas con el objetivo de trabajar en una misma dirección y velar por la salud del planeta.

El crecimiento demográfico del planeta, la urbanización, la globalización de los viajes, el comercio internacional y el cambio climático hacen que estemos en contacto con nuevos ambientes, climas y nuevos vectores de enfermedades por lo que el riesgo de aparición de brotes epidémicos es más alto.

Tanto es así que los expertos han alertado de la existencia de doce enfermedades con potencial mortífero, tanto para el hombre como para los animales salvajes, que podrían aumentar su difusión y virulencia hacia nuevas áreas debido al cambio climático.

La Wildlife Conservation Society creó una lista con doce patógenos que aumentaran su propagación y virulencia debido al cambio climático. Estas doce enfermedades han sido bautizadas como “Las doce mortíferas”’ y son:

  • Gripe aviar
  • Cólera
  • Ébola
  • Babesia
  • Parásitos intestinales
  • Enfermedad de ‘Lyme’
  • Peste Yersinia
  • Marea roja
  • Fiebre del valle del Rif
  • Enfermedad del sueño
  • Tuberculosis
  • Fiebre amarilla

Por otro lado, la falta de agua potable y el aumento de las temperaturas supondrán además una extensión de determinadas enfermedades de tipo tropical como la malaria, el paludismo o el dengue.

La genómica como herramienta en la lucha contra las enfermedades infecciosas

Las técnicas de secuenciación de ADN de última generación y los avances en las aplicaciones bioinformáticas están permitiendo realizar un seguimiento más preciso de la evolución de enfermedades infecciosas ayudando así a mejorar las estrategias para erradicar estas enfermedades.

Por ejemplo, en el caso de la malaria, se pueden definir polimorfismos directamente relacionados con la eficiencia de los tratamientos mediante la secuenciación del genoma. La secuenciación dirigida de esas regiones polimórficas aporta información sobre la complejidad de la infección, la intensidad de transmisión y la aparición de resistencias.

Conclusión

Ante la gran amenaza que suponen los patógenos infecciosos tanto para la salud humana como para la salud animal los expertos inciden en la importancia de que la comunidad internacional, los gobiernos y las instituciones tomen conciencia en tratar el problema de las enfermedades infecciosas y en emplear más recursos económicos para su investigación.

Además, las estrategias basadas en análisis genómicos están proporcionando herramientas muy valiosas contra muchas enfermedades infecciosas que hasta ahora son difíciles de controlar y su aplicación podría facilitar su erradicación a medio plazo.

Independientemente de su localización, las enfermedades sin fronteras necesitan un abordaje global. La Asamblea Mundial de la Salud aprobó en 2015 un plan de trabajo de la OMS aplicable a cambio climático y salud.

En dicho plan se contemplan medidas globales como:

  • Alianzas con otras organizaciones de las Naciones Unidas.
  • Concienciación e información sobre las amenazas y consecuencias del cambio climático para la salud.
  • Probar científicamente la relación entre el cambio climático y la salud, y elaborar una agenda de investigación mundial.
  • Ayudar a los países a mejorar los aspectos de salud relacionados con el cambio climático y reducir las emisiones de carbono.